Argentina, Haití y el Plan Masacre. Hacia dónde nos llevan a los argentinos
Recientes noticias del Banco Mundial indican que la caída de la actividad económica de nuestro país en el corriente año sólo será superada por Haití. Al igual que varios otros récords de malaria económica a que nos ha conducido Milei, este dato pone a la Argentina entre los países de peores resultados del planeta, a pesar de todas las promesas de campaña y de toda la parafernalia de discursos oficiales fantasiosos que intentan ocultar los horrores que vivimos, analizó para AIM el impulsor de la cátedra abierta por un Mundo Nuevo, Luis Lafferriere.
Medida (y mal) la situación económica por el indicador Producto Bruto Interno (PBI), la entidad financiera internacional indica que este año mientras la economía haitiana caerá un 4,2 por ciento, la local lo hará en 3,5 por ciento de su producto. Aunque luego, para no generar tanto pánico, aclara que nuestra economía se comenzará a recuperar en el año 2025.
Caben varias reflexiones al respecto, para tratar de informar y no deformar la mirada sobre la cruda y dura realidad que vivimos.
Cuando cae el PBI no todos se afectan de la misma manera
El PBI indica en valores monetarios la totalidad de bienes y servicios finales que se generan en un país a lo largo del año. Pero no indica qué se produce, ni si se hace destruyendo nuestros bienes comunes o contaminando el ambiente, ni mucho menos cómo se distribuye la riqueza que se genera con el trabajo de los argentinos.
En este sentido la situación que viven amplias franjas mayoritarias de la población argentina es mucho más grave que el indicador general de una caída del 3,5 por ciento promedio. Mientras que por otro lado, existen sectores minoritarios que ha mejorado sustancialmente sus ingresos a pesar de la caída promedio.
Esto lo podemos constatar sin mayores esfuerzos mentales. Porque las políticas aplicadas desde diciembre han generado despidos masivos tanto en el sector público como en el privado, lo que implica que decenas de miles de personas se quedaron sin trabajo y perdieron todos sus ingresos (caída del 100 por ciento); en tanto que millones de trabajadores vieron bajar drásticamente la capacidad de compra de sus salarios, en especial los empleados públicos (docentes, médicos, enfermeros, etc.) y los que sobreviven de trabajos precarios e informales (con pérdidas que superan el 20 por ciento de sus ingresos).
Especialmente grave es la situación que viven los millones de jubilados, que vienen sufriendo bajas en el poder adquisitivo de sus haberes desde hace varios años. Pero que con el fuerte aumento de la inflación (causada por la maxi devaluación de Milei ni bien asumió) esos haberes sufrieron mayores recortes ante la suba pavorosa de los precios.
Como contrapartida de estos golpes demoledores sobre la gran mayoría de la población, hubo sectores que a pesar de la caída promedio ganaron fortunas, en cifras inimaginables para el ciudadano común.
Ganaron con la maxi devaluación inicial los que controlan la mayor parte del negocio de las exportaciones, que más que duplicaron sus ingresos en pesos como primer regalo del nuevo gobierno. Ganaron los monopolios y oligopolios que controlan los mercados y son los formadores de precios, que con la inflación provocada se quedaron con todo lo que perdieron los millones de argentinos de a pie. Ganaron los especuladores y los bancos, que sin poner un peso de sus bolsillos se enriquecieron con los intereses usureros que cobran, en especial al Estado (por una deuda fraudulenta que nunca recibió el pueblo argentino, que ya la pagó con sufrimiento más de diez veces, y que cada vez paga más y debe más). Ganaron las corporaciones petroleras y mineras, que depredan y saquean nuestro territorio y se llevan las inmensas riquezas, además de los jugosos subsidios por miles de millones de dólares que les otorga el Estado (es decir, les pagamos todos los argentinos).
Todo esto significa que la caída del PBI de la Argentina de un tres y medio por ciento esconde estos horrores de desigualdad e injusticia, que arrojan a la gran mayoría de sus habitantes a pésimas condiciones de vida, para sostener el robo para la minoría privilegiada que vive a costa del sacrificio y la destrucción.
Pero la promesa de que quizás aumente el PBI en el 2025 no es nada para festejar
Tampoco es un anticipo de felicidad que el Banco Mundial estime que nuestro país tendrá un aumento del PBI el año próximo. Porque así como la caída del indicador esconde gigantescas desigualdades, un eventual aumento se daría en condiciones similares. Esto es: una minoría privilegiada se quedará con la mayor parte de la torta, con sectores que vienen creciendo en medio de la caída global (como los agronegocios, la megaminería, el petróleo), y que están concentrados en un puñado de corporaciones. Y una gran mayoría que sólo recibirá migajas o que continuará en el tobogán descendiente de sus ingresos y sus condiciones de vida.
Ni hablar de lo que sucede y sucederá con nuestros bienes comunes y con el ambiente necesario para que la gente vida dignamente. Las actividades que han crecido en medio de la debacle son las más contaminantes y depredadoras, además de no generar empleo.
Así, en tanto y en cuanto continúen en esencia las mismas políticas públicas y la misma estructura neocolonial, extractivista y corrupta, no tiene ningún sentido el análisis de los economistas ‘serios’ del establishment. Estos análisis en lugar de explicar la realidad se ocupan de ocultarla y deformarla, para que luego los grandes medios de in-comunicación y des-información multipliquen los relatos fantasiosos, buscando que continúe el desconcierto de la gran mayoría desinformada de la población.
Lo más grave del Plan Masacre: quieren que seamos Haití
Lo que viene sucediendo en nuestro país no es reciente. Aumento de la pobreza y la indigencia. Multiplicación del empleo precario. Deterioro de los servicios públicos esenciales, como la salud y la educación. Problemas que continúan con los diferentes gobiernos a lo largo de este siglo, y que con el tiempo se van agravando.
En realidad, gobiernos de distintos partidos políticos aplican las decisiones de sus amos, los verdaderos dueños del poder, las grandes corporaciones y el capital usurero internacional. Son serviles a sus intereses y a cambio cobran sus comisiones por realizar la tarea sucia de entrega de nuestro territorio, de nuestra soberanía y del esfuerzo de los argentinos.
Pero el gobierno actual ha acelerado este proceso por un camino que nos conduce hacia el abismo. Los poderosos han olfateado que la sociedad está adormecida y es momento de empujarla más rápido hacia el precipicio. Por eso, el servil presidente, con el aval de toda la partidocracia corrupta, lleva adelante políticas que son parte del Plan Masacre que decidió el poder real: masacre de la sociedad, masacre del ambiente y del territorio, masacre de lo que queda de nuestra soberanía.
Esto es lo grave: no estamos ante una coyuntura que cambiará para mejor en los próximos tiempos. Se trata de una estrategia deliberada que busca quedarse con las riquezas de nuestro territorio, acaparar sus recursos para llevarlos afuera, a costa de la contaminación y la depredación, y disminuir al máximo el consumo interno, es decir lo que reciba el pueblo argentino. No por ahora, sino para siempre.
Se intenta destruir lo que queda de la clase media, aumentando la pobreza que alcanzará en corto plazo nuevos niveles récords (más del 70 por ciento de la población), achicando el gasto público social (menos salud, educación, asistencia a sectores vulnerables y haberes jubilatorios), pero aumentando el gasto del estado a favor de los más ricos (subsidios a las corporaciones y tributo a los usureros).
Las medidas tomadas y las normas sancionadas otorgan más beneficios para llevar al máximo la sobreexplotación del territorio, poniendo en peligro bienes esenciales para la vida que no se recuperarán jamás. El Rigi (régimen de incentivo para las grandes inversiones) entrega territorio, recursos, ambiente y soberanía a inversores que posean más de 200 millones de dólares, a cambio de nada en beneficio de los argentinos. Se anticipan la ampliación de acciones a favor de las megamineras extranjeras, de las corporaciones petroleras, de las transnacionales de los agronegocios, de los bancos usureros y de los grandes especuladores, que por ningún lado van a generar algún beneficio a los argentinos, sino que agravarán todos los problemas existentes.
Han condenado a nuestro país como una zona de sacrificio. Como irá desapareciendo el mercado interno, cada vez habrá más cierres masivos de micro, pequeñas y medianas empresas (que constituyen el 99 por ciento del tejido empresarial), y con ello se multiplicará el desempleo y la precariedad laboral. Pobreza tendiendo al infinito, destrucción de la parte estatal que protege o beneficia a la mayoría, en especial de organismos públicos necesarios para el control de la contaminación y el saqueo depredador. Múltiples grupos mafiosos tendrán más poder que el Estado, que estará ausente para proteger a los más vulnerables. Y un desmembramiento del territorio que será presa de la voracidad de los grandes inversores internacionales.
Si no logramos frenar este Plan Masacre y torcer el rumbo, Haití será el fiel reflejo de lo que seremos. Perderemos todo lo que tuvimos como sociedad los argentinos a lo largo del siglo XX. Sería casi imposible recomponer o recuperar la capacidad soberana para construir una sociedad mejor para todos.
Por eso la imperiosa necesidad de informarnos, tomar conciencia de la situación y del futuro que nos espera si no reaccionamos. Tenemos mucho para ganar si decidimos luchar por un mundo mejor. En especial en nuestro país, con tantas riquezas y tantas capacidades. Pero se requiere asumir una actitud más participativa y protagónica, unirnos, organizarnos, resistir y empezar la reconstrucción. Reclamar cambio urgente de políticas, a favor de las mayorías. No más hambre ni pobreza. No más tributos a los saqueadores.
Hay mucho para hacer. Está creciendo la resistencia, existen múltiples experiencias alternativas. Debemos buscar formas de unidad que realmente procuren cambios de fondo. Pero si no lo hacemos desde ahora, cada uno de nosotros y entre todos, no lo harán nunca los de arriba. Es lo que impulsamos desde nuestra Cátedra Abierta Por un Mundo Nuevo.