Messi: entre el laberinto y el paraíso

La vida de cualquier persona obliga a la toma de decisiones constantes. La del deportista, con lo acotada que es la carrera, es más frenética. La de Messi se aceleró en los últimos tiempos. Lo forzaron a irse del Barcelona y el PSG resultó el destino más obligado que superpensado. Y en esa elección empujada por el destrato catalán, Leo llegó a Francia a un club que en estos dos años se ha repetido: suma y suma de algunas grandes individualidades sin la conformación de un equipo que ni cerca se puede decir sólido.

El laberinto en el que el fútbol mete ahora a Leo es el de ver qué decide en cuanto a sostenerse en un nivel de máxima competitividad. Si eso realmente puede darse en un PSG que avanzó siempre más por el peso de sus cracks que por su juego. O será tiempo de pensar si hay lugar para el regreso a un Barcelona que lo hizo de lado pero que ahora tiene a un compañero de ruta como Xavi de entrenador, que lo seduce constantemente. Descartado Newell’s por pura lógica aunque por ahora no se diga públicamente, otro camino puede ser el de emigrar a un fútbol de menor jerarquía pero más relajado como la MLS.

Mientras el día a día lo llevará ahora a esos dilemas, el oasis lo encuentra en lo maravilloso que será el recibimiento de toda la Argentina cuando en dos semanas juegue en el Monumental. Porque la Selección ha sabido y ha podido convertir la suma de individualidades en un equipo que lo contenga y lo haga brillar.